Antes de ti...
Corazón, ¿notas el vacío?
Yo lo miro desde aquí.
Es un vacío suyo... ¿verdad?
Es un vacío de hombre,
un vacío de amigo,
un vacío de niño...
Tiene olor a distancia,
un color blanquecino de ausencia,
forma de nada,
sabor a adiós...
Un vacío de alegría que se apaga,
de suspiros finales,
de sueños eternos.
Un vacío que se olvida luego que
los verdaderos hombres se ocultan.
Un vacío que parece llenarse al percibir
plenitud en vivencias cotidianas ajenas a su nombre,
ajenas al recuerdo de su existencia
o a la fe en su aparición.
Un vacío que produce vértigo:
Aterroriza caer,
pues el eco silencioso de mi grito
podría disipar los demás sonidos de vida,
la pérdida de luz opacaría las flechas
con dirección a mi misión en la tierra.
Mas, la “gravedad” de su ausencia me invita a caer,
me anima a distraer mi delirio
con la emoción momentánea del salto.
Corazón querido, sé lo que duele
y tu tristeza empieza a contagiarme,
sé que la ilusión no muere pronto
y los leños que calientan tu esperanza todavía arden,
pero su calor ya es leve...
empiezo a ya no sentirlo...
Estoy llegando al nivel de frío
que me permite anunciarle a tu alma
la hora de echar tierra sobre las negras maderas
y respirar el humo que me adormezca para no notar el vacío...
Es hora de dejarlo libre de tu añoranza,
y quedar libre de la idea de su llamado...
Corazón, ¿notas el vacío?
Yo lo miro desde aquí.
Es un vacío suyo... ¿verdad?
Es un vacío de hombre,
un vacío de amigo,
un vacío de niño...
Tiene olor a distancia,
un color blanquecino de ausencia,
forma de nada,
sabor a adiós...
Un vacío de alegría que se apaga,
de suspiros finales,
de sueños eternos.
Un vacío que se olvida luego que
los verdaderos hombres se ocultan.
Un vacío que parece llenarse al percibir
plenitud en vivencias cotidianas ajenas a su nombre,
ajenas al recuerdo de su existencia
o a la fe en su aparición.
Un vacío que produce vértigo:
Aterroriza caer,
pues el eco silencioso de mi grito
podría disipar los demás sonidos de vida,
la pérdida de luz opacaría las flechas
con dirección a mi misión en la tierra.
Mas, la “gravedad” de su ausencia me invita a caer,
me anima a distraer mi delirio
con la emoción momentánea del salto.
Corazón querido, sé lo que duele
y tu tristeza empieza a contagiarme,
sé que la ilusión no muere pronto
y los leños que calientan tu esperanza todavía arden,
pero su calor ya es leve...
empiezo a ya no sentirlo...
Estoy llegando al nivel de frío
que me permite anunciarle a tu alma
la hora de echar tierra sobre las negras maderas
y respirar el humo que me adormezca para no notar el vacío...
Es hora de dejarlo libre de tu añoranza,
y quedar libre de la idea de su llamado...
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