Quito, 2 de septiembre de 2003
La situación de América Latina que primero viene a mi mente al leer el texto de Ezequiel es la que tiene que ver con los altos niveles de corrupción e impavidez presentes en la mayoría de los líderes encargados de “pastorear” a nuestros países. Ellos, haciendo uso de la posición social privilegiada en la que se encuentran, invierten sus esfuerzos en apacentarse a sí mismos/as, tomando para ello injustamente de las porciones de riqueza que produce la fuerza popular con trabajo agitado y difícil, de su fruto, su “leche”, su “lana”, su “miel”, sin muchas veces siquiera haber facilitado a sus ovejas los mecanismos para que puedan hacerlos germinar.
Pienso, por ejemplo, en los/as campesinos/as… ovejas heridas que han tardado muchos años en gritar su dolor y en sacar la rabia provocada en el asalto. Sus pastores, que seguro se consideraron ajenos, las olvidaron en sus rediles desiertos, en sus comunas lejanas, poco visibles para sus palacios de hierro, negándoles la posibilidad de que sus propias bocas y sus pies encuentren la ansiada grama. No les encerraron entre portones de madera, y estacas, pero sí con humanos de piel más blanca y cerebro occidentalizado que han cerrado las puertas de su desarrollo con barreras invisibles llamadas “leyes del mercado”.
No los/as han apacentado…
Les quitaron sus tierras, les obligaron a trabajar ya no para subsistir como era su interés, sino para llenar las arcas y los estómagos de quienes aman la riqueza y la acumulación. Alejaron de sus rostros la tecnología moderna, luego de menospreciar la suya, imposibilitándoles alcanzar el “éxito” y la “competitividad” en el mercado agrícola, volviéndolos presas de todas las fieras del campo.
Aun viéndolos/as así, vulnerables…, no los/as han buscado.
Y los/as mantienen débiles: débil su cerebro al no posibilitarles el acceso a la educación, y cuando la ofrecen, las cosas están diseñadas para irrumpir abruptamente en su sistema ideológico y de aprendizaje, obligándolos/as poco a poco a pensar como ellos, anhelar estilos de vida como los de ellos, a menospreciar su cultura y orígenes, y enseñoreándose de “los/as campesinos/as” con desprecio y violencia.
Mantienen débil su salud, pues los mantienen todavía lejanos a los avances de la ciencia y a la posibilidad de atención médica, ya que, un médico/a por más de 7000 habitantes, ubicados en sitios tan dispersos, difícilmente podrá producir resultados: Niños/as mueren al nacer o en el parto por falta de atención, madres mueren luego de haber cumplido su labor reproductiva, hombres y mujeres tienen pocas opciones de supervivencia frente a probables de emergencias. Ante ello, la occidentalización de la educación y el asalto de los mass media en sus hogares, agrava el problema ya que los/as hace olvidar grandes porciones de la sabiduría ancestral manifiesta en el manejo de hierbas y sus propiedades.
No los/as han protegido, no los/as han curado.
Mantienen débil su esperanza: “las cosas ya están dadas y hay poco qué decir y qué hacer. Organícense si quieren, griten, hagan manifestaciones, y si tienen suerte, sean “parte del gobierno”, no hay problema, pues, el poder es nuestro y las políticas de desarrollo no cambiarán por sus esfuerzos. Quizá los/as estorben ocasionalmente, pero, finalmente nos impondremos.”
No los/as han reconocido.
Es así como se ha resquebrajado el ideal de vida “comunitario” de los/as campesinos/as, y con él, se ha quebrantado también su propio sentido de solidaridad y unidad. Por ello, frecuentemente sus comunas se dividen, se mezquinan las fuentes de agua, se miran con envida y recelo cuando cuándo alguna de ellas, luego de organización y grandes esfuerzos, logra conseguir algún beneficio o proyecto impulsado por ONGs u organismos de voluntariado.
Y por eso se han dispersado…
Pero, entre tanto abandono creo que Jesús mismo les está pidiendo cuentas de su rebaño a estos grandes líderes nacionales, al permitir levantamientos populares encabezados por movimientos sociales quienes, habiendo descubierto la posibilidad de vivir de forma diferente, transmiten ese despertar al pueblo. Entonces el pueblo, aunque con varias recaídas, se pone de pie y decide dejar de escuchar a la voz de sus supuestos líderes, se dan cuenta que ya no les pueden creer más y ser presas fáciles en sus manos. Se organizan y logran momentáneos logros abrumadores como la caída de un presidente o la llegada al poder.
Lamentablemente esa explosión de gozo empieza a apagarse, cuando las mismas ovejas gordas deciden comer a las flacas y aprovecharse de ellas para afirmar su poder. Cuando se descubre que lo ocurrido no es más que otros movimientos de piezas de los/as poderosos/as a quienes todavía no les ha sido quitada la responsabilidad de apacentar estas ovejas.
Aun Latinoamérica estamos a la espera del verdadero Pastor, de su gobierno de justicia y de equidad, en el que no solo derrotará a los líderes nacionales forjados con riquezas y no con sabiduría, sino también a los que surgen del pueblo y luego, al pueblo mismo asesinan. Esperamos todavía que eche fuera a las bestias feroces del Fondo Monetario Internacional o de la Organización Mundial del Comercio y se nos devuelva un mínimo nivel de autonomía, con el que podamos codepender de otros países.
No esperamos la lluvia, el sol y paisajes hermosos, porque pocas veces nos han faltado, esperamos mejor las condiciones para crecer con los recursos que poseemos, las herramientas para trabajar y desarrollar nuestro propio talento. Esperamos poder habitar seguros/as y dormir tranquilos/as en los campos y en las ciudades, con la certeza de que el mal y el maligno no nos tocará. Esperamos un reinado de amor que sane y transforme hasta el fondo nuestros corazones heridos y hasta a veces depravados.
Aun esperamos al igual que el pueblo en el relato de Ezequiel, a su siervo David, su príncipe.
(Para Universidad Bíblica Latinoamericana)
verodelatorreg@yahoo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me interesan tus comentarios!