miércoles, 31 de octubre de 2018

La flor que renació...



La siguiente historia fue construida en dos sesiones terapéuticas (número 14-15 del proceso, aproximadamente), aplicando la técnica de cuento sistémico con una adolescente de 14 años que sufrió abuso sexual por su padrastro, tiene un bebé y se encuentra institucionalizada mientras se avanza en el proceso de juicio al agresor y reunificación familiar. En el cuento, la adolescente resume maravillosamente la transformación que está sufriendo con todo lo acontecido y cómo llegó a sentir que renacía, junto a su bebé. El dibujo es una representación gráfica del cuento y fue elaborado por ella. En este se observa: 1: La flor antes de la crisis vivida; 2: la tormenta que sufrió; 3: el proceso de marchitarse hasta morir; 4: el renacimiento de dos nuevas flores que surgen de la misma raíz, (que representan a ella y su bebé); 5: el crecimiento y robustecimiento de ambas flores. Con su permiso y conservando su anonimato, comparto el cuento, precisando que la historia como tal es totalmente elaborada por la adolescente, a la cual he propiciado unas breves pinceladas de redacción a fin de clarificar su comprensión. 

Cabe añadir que la historia permite mirar también otros elementos que necesitan seguirse trabajando en el proceso terapéutico, como esa necesidad tan intensa de sentirse más fuerte y grande que los demás,  muy comprensible dado el proceso de desarraigo y adaptación que ha tenido que vivir en menos de dos años, y las estrategias de supervivencia que ha debido gestar para ser valorada en este nuevo contexto de vida, probablemente debiendo posponer sistemáticamente sensaciones de profunda vulnerabilidad, miedo, desánimo, soledad.

Por otra parte se observa como su rol maternal llegó a ser el factor que favoreció la reconstrucción de su identidad (su renacer), aspecto que sin desmerecer también es importante ampliar a otras aristas de su ser, facilitando que se descubra a sí misma en otras capacidades, roles, estados, y no solo en el rol de madre. Sin duda, el cuento revela que fue su hijo quien devolvió la sensación de propósito, de importancia, de valía, por lo que es necesario facilitar que pueda encontrar esto en otros elementos de su identidad, ampliarla y enriquecerla, pues esto nutriría enormemente su proyecto de vida así como generaría fortalezas internas para evitar que nuevas sensaciones de abandono y soledad le sobrevengan durante el crecimiento de su hijo y su natural proceso de desapego y búsqueda de identidad propia. Trabajar en esto facilitaría también que  su bebé pueda avanzar saludablemente en su propio proceso de independizarse y crecer como individuo diferenciado, sin cargar con el legado tácito de "salvar" a su madre.

Conmovida, admirada, desafiada, al mismo tiempo que esperanzada, dejo para ustedes estas líneas.



Había una vez una flor muy bonita, sus pétalos eran hermosos, brillantes, su olor delicioso y su tallo desbordante de hojas verdes. Vivía en un jardín lleno de flores más grandes que ella, al cual amaba. Allí, le gustaba que le rieguen agua, le pongan abono, contemplar y aprender de las demás flores que crecían a su lado, de pétalos lilas, con quienes se sentía segura y feliz.

Por las mañanas le gustaba jugar, por las tardes contar cuentos con sus amigas y por las noches soñar cómo vivir más adelante y compartir nuevas experiencias con sus hermanas flores.

Así transcurría su vida, hasta que de pronto cayó una tormenta tan fuerte que ocasionó un deslave, bajó  tanto lodo que desde las más grandes hasta las más chicas se cayeron.

Pasaron algunos días, la lluvia se detuvo, poco a poco el sol apareció detrás de las nubes y secó lentamente el exceso de agua en la tierra. Algunas flores comenzaron a pararse pero ella no podía, pues, por ser la más pequeña había sido la más estropeada. Se le cayeron casi todos sus pétalos y su aroma parecía haberle abandonado. Ya nada era igual para nadie y ella, ya no tenía fuerza para pararse, comenzó a amarillarse más y más, era demasiado tarde para recuperarse, de modo que… se secó, quedó sin vida, ya ni el agua ni el sol le podían levantar.

Sus compañeras lograron sobrevivir y la veían con mucha tristeza… pero no sabían que sus raíces mantenían aún un aliento de vida…

Un día inesperado, misteriosamente, apareció  de esa misma raíz una nueva pequeña flor y segundos después, otra, un poco más pequeña. La primera era tomate, muy hermosa, no era la misma que existió antes del deslave, pero conservaba su aroma, agradable y delicioso. La segunda flor era tomate roja,  un poco más pequeña.

La flor tomate, al inicio se sentía sola, pues las demás flores del jardín no sabían quién era y nadie parecía querer ser su amiga. Sin embargo, comenzó a surgir una hermosa amistad entre ella y la flor tomate roja que crecía a su lado. Entre ambas comenzaron a ofrecerse cariño, alegría, apoyo y la flor tomate sintió que la tomate roja poco a poco le quitó su soledad y su tristeza. Sintió renacer la alegría.

Las demás compañeras no las querían, porque eran las más pequeñas del jardín. Pero el jardinero las miró y comenzó a darles continuamente agua y abono, solo a ellas, y la flor tomate y la tomate roja comenzaron a crecer y a crecer hasta convertirse en las más grandes y bonitas del jardín y ninguna podía ser capaz de tener la fragancia que ellas tenían.

Sus compañeras las admiraban pero al mismo tiempo, las odiaban aún más.

La flor tomate y la tomate roja se sentían al principio orgullosas de lo que habían logrado, pero luego, al ver a las demás tan pequeñas y tan malas, se entristecieron y comenzaron a compartir su vida con ellas.  Así, empezó a surgir una amistad, sus compañeras dejaron de odiarles y comenzaron a quererles, resurgiendo así la alegría en el jardín.  Ellas nunca supieron que estas flores nacieron de la misma raíz de la flor que había muerto. Pero ellas sí lo sabían.

El tiempo pasó y hoy la flor tomate es alegre, llena de vida, y la comparte con quienes le rodean. En el fondo de su corazón, tiene miedo de que vuelva a ocurrir una tormenta tan fuerte como la anterior, pero al mismo tiempo está tranquila, primero porque tiene junto a ella a la flor tomate roja y segundo porque aprendió a protegerse, ahora sabe abrirse cuando hay sol, pero sabe también cerrarse y apegar sus pétalos a su tallo, cuando la lluvia es muy fuerte. Sabe también cuándo es momento de pedir ser transplantada, si acaso la tormenta fuera insoportable.

El tiempo pasaba y cada vez se sentía más fuerte a la vez que distinta respecto de sus compañeras. Ellas querían parecérsele, pero esto no era posible, porque nacieron como flores mucho más frágiles, sin esa capacidad para resguardarse.

Fue así como la flor descubrió quién es, su fortaleza, y que es capaz de sobreponerse a todo…