Había una vez dos navegantes que venían intentando navegar juntos por largo tiempo. Cada uno había aprendido con mucho esfuerzo, su propia estrategia de enfrentar al mar, de avanzar en la quietud y sostenerse cuando las olas crecían y amenazaban con tumbar el barco, cada uno estaba seguro de saber hacia dónde girar si una roca aparecía en frente o si un torbellino se avecinaba. Cada uno tenía su forma de leer la brújula y estaba seguro de conocer el camino para llegar al muelle final. Eran navegantes expertos, con muy buenas intenciones, energía y sueños, claro que sí, pero sus estrategias de navegación fueron aprendidas de escuelas diferentes, a lo largo de muchos muchos años, quizá desde niños, al amparo de los navegantes mayores, sus padres.
Entonces, cada vez que llegaba el momento de ponerse de acuerdo sobre qué hacer ante el viento, los obstáculos o las grandes olas, cada uno acudía a su propio manual de navegación, donde el uno decía que se debe girar a la derecha, pero en el manual del otro, decía que sin duda alguna había que girar a la izquierda, y cuando en el manual del uno decía que llegó el momento de detenerse para descansar, en el del otro decía que esto era imposible, era el momento de avanzar… Entonces ante la frustración que cada uno sentía, y la impotencia, uno de los dos arrebataba el timón y escogía solo el camino a seguir, mientras el otro quedaba inconforme, dolido, y con el pensamiento en mente de que la próxima vez sería su propia estrategia la que se impondría. En medio de esto, los otros tripulantes que se sumaron al barco escogían a veces apoyar al uno, a veces apoyar al otro, siempre con el temor de que, cuando apoyaran al uno, el otro se resentiría.
…Así pasaron los años y uno de ellos comenzó a pensar que si continuaba navegando junto a su compañero, jamás llegaría al muelle que en su manual decía que debía llegar… por lo que comenzó de cuando en cuando a tomar una barca que la dirigía de acuerdo a su propia brújula interior, y cada vez, sus viajes eran más largos de modo que cada vez sentía menos deseos de volver.
El otro navegante se sintió desplazado, dolido, anhelando que su compañero regrese al barco que ambos habían tratado de manejar por tanto tiempo.
Me pregunto, cómo terminará la historia de nuestros navieros…
Encontrarán la manera de aprender el uno de las estrategias de navegación del otro, fundando un nuevo manual, uno suyo y solo suyo, distintos a los que recibieron de sus padres?
Llegará a ser cada uno feliz en su viaje solitario? Encontrarán solos el muelle que tanto habían buscado?
Continuarán juntos pero debatiéndose el poder sobre el timón continuamente… con todo el desgaste que esto implica?
Qué pasará con los demás tripulantes: continuarán en medio de esta eterna tensión, sin saber a quién aliarse y con el riesgo de romperse en el jalón?
Hallarán una forma de dejar que los navegantes arreglen sus asuntos sin seguir jaloneados por las lealtades a uno o a otro
O qué otras opciones tienen todos estos navieros?
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