jueves, 8 de enero de 2009

La sed: Carta a una pareja dentro de un proceso de intervención

Ella, él,
sedientos de algo todavía confuso,
se encontraron.
Ambos venían de otras vertientes
que, dolorosamente,
por distancias o por muerte,
se secaron.

Vinieron el uno al otro
sin estar seguros para qué,
creyendo que su encuentro
haría chispear nuevas gotas de vida,
nuevos rocíos de cielo.

Hoy están aquí,
todavía con sed,
todavía con la boca seca,
con los labios secos,
buscando refresco para seguir,
para que la lengua no se quede inmóvil,
para no volver a sentir la inmensidad de sed
que ya conocen…
que ya la vivieron en sequías pasadas.

Mientras agotan sus esfuerzos por exprimirse,
sus retoños lloran,
quizá tratando de que sus lágrimas
alivien en algo su sed,
o al menos,
les hagan notar que hay otras bocas
con riesgo de secar…

Me pregunto cómo es su sed?
de qué tamaño, cuán profunda,
qué color tiene, qué sabor,
qué tipo de líquido busca,
cuánto tiempo lleva en su garganta,
cuán grande que no logra saciarse
cuán onda que hace que ambos busquen su alivio
en charcos repentinos que a veces les parecen oasis de hielos.

Me pregunto si ellos podrán darles lo que anhelan,
si alguno será capaz de guardar en su dentro
toda la reserva de líquido que sus almas necesitan.

Me pregunto si lo seguirán buscando
infinitamente, eternamente, obsesivamente…
hasta partirse…

O, si acaso,
estarán dispuestos a construir juntos
una nueva fuente,
suya, suya, suya,
con su material, su color
su tamaño, sus ritmos de llenado,
sus ritmos de vaciado,
su sabor,
sin aguas ajenas que la trastorne,
con líquido suficiente para vivir de verdad.

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