jueves, 8 de enero de 2009

Carta personal de finalización de trabajo biblioterapéutico con la novela El albergue de las mujeres tristes

Quito, 4 de julio, 2007

No te diste cuenta, pero aquellas vidas imaginarias del libro se entrelazaron con tu historia, y te permitieron mirar algunas facetas de los intersticios de tu alma…
Pues sí, algunas dramatizaron tus miedos, y solo verlos en escena te hizo saber a ciencia cierta lo que temías… sí, hablo de tu temor a la soledad, al abandono… o más que eso, a no ser profundamente querida, a no tener cobijo, a no tener patria… y sin ella, no tener un refugio para guarecerte del frío y de los varios sin sentidos que a veces te rodean… Sí, ahora lo ves con más claridad, por eso sé que ya nunca las juzgarías, ni a Angelita, ni a Dulce, ya nunca volverías a mirar con cierto aire de soberbia a mujeres mientras luchan por hallar una respuesta en medio de relaciones de pareja aparentemente imposibles… creo que ahora las verías diferente, a sabiendas que una parte de ti quizá siente y experimenta la vida como ellas…

Entonces te pregunto, ¿cómo sería tu vida si acaso nunca hubieras encontrado con quien construir tu relación de pareja…? Sería acaso como la de Floreana, o como la de Fernandina o quizá como la de Elena…? Será que acaso en lugar de meterte a fondo en la historia de las yaganas, te refundirías en tus libros de terapia, en tus atractivos por la política y la justicia social, o en la teología…? ¿O acaso te harías misionera entregada sin más al servicio a otros? Pues sé que estos son tus vértigos… Y si esto habría sido así, ¿habrías mantenido en tu pecho la añoranza continua y dolida de un amor? Habría sido tu vida como alguna de aquellos personajes de fantasía, si acaso, tu esposo, no habría llegado a tu vida, o si acaso partiera?

Siento dolor al pensarlo, mucho dolor y miedo… sin embargo, a la vez siento fuerza, sí… sin duda, porque creo que es esto lo que estas mujeres tristes y valientes a la vez, te dejaron, porque te han hecho ver, que aunque todo en la vida podría suceder, no es el fin de todo, si la una mano quedara desnuda, como la de Floreana, tal como la sintió esa noche cuando dejó que la cera caiga en su pantalón con tal de no desaprenderse de la mano de aquel que figuraba sus anhelos, aun así, desnuda, la otra todavía sería capaz de guardar algún sueño, algún proyecto, algún sentido, alguna llave, algo de qué asirse para cobrar fuerzas y continuar, algo capaz de convocar a la otra mano a sujetarse… y sé que sí lo tendría.

Ahora tienes más conciencia de esto, de que tu vida tiene múltiples sentidos y valías y que aferrarte a uno solo de ellos, no solo te aprisiona a ti, sino que vuelve prisioneros a otros, privándote así, a ti misma y a él… de vivir más a plenitud la vida, la vida juntos.

Y es quizá por esa fuerza que ahora eres algo más capaz de caminar más suelta, más libre, sin tantos sutiles aullidos de súplica con los que a veces amarras a tu esposo, aunque no lo necesite, aunque esté contigo por propia voluntad. Al menos eres más capaz de elegir no hacerlo, y decidirte a respetarlo más como hombre, como ser humano, como diferente de ti y a la vez tan parecido, tan vulnerable como tú.

Algo más, me parece que en el grupo aprendiste a que son mejores las cosas cuando se las dice como son, cuando no buscas decorar cada frase para que suene mejor… y esto es parte de dejar de cuidarte tanto, aun tienes mucho que aprender en esto…

Y, finalmente quiero felicitarte por algo…
Has abierto tu puerta, has venido al mar…
Te has sumergido en olas de voces diversas
algunas distintas a las tuyas
ajenas a tus cánones, a tus propios desvaríos,
Sumergiéndote en sus giros,
en sus corrientes cálidas, en sus frías
Y te mojaste, sí… te mojaste…
En la quietud y en el torbellino
Te mojaste
Y el viento te tocó…
Cuestionando tus certezas o
cimentándolas
Doblegando tus pisadas
o afianzándolas

Y estás aquí
…no has perdido tu fuerza
No fuiste el centro
y lo aceptaste…
El calor del grupo te abrigó
y lo permitiste…

Mirar con ojos de otra mujer
O intentar hacerlo con los de un hombre
No te encegueció,
Ni escondió tu propio brillo,
Solo te dotó de varios ojos
para que escojas
con cuáles y cuándo quieres con ellos
mirar la vida.

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