miércoles, 6 de mayo de 2009

Bebé...

Bebé… quedé impresionada al ver que te movías al ritmo de mi respiración… yo reía y te movías, respiraba rápido, te movías rápido, respiraba lento, te movías lento… como si acaso yo jugara contigo a batirte según mis antojos u obligarte a sentir tan vívidamente mis propias conmociones… mis propias reacciones frente a lo que vivo.

Mi sorpresa va más allá de una simple apreciación biológica de lo que ocurre en mi vientre…es que no puedo creer que de pronto alguien allí dentro tenga que verse afectado para bien o para mal de lo que mi cuerpo transmite… las vibraciones de mis sentimientos más profundos…

Hasta pienso y parecería injusto… ¿por qué tendrías tú con solo unas pocas semanas de vida empezar a reconocer en tu pequeño cuerpo mis alegrías, tristezas, enfados, angustias, miedos…? ¿qué tienes tú con ellos…? ¿por qué tan pronto tienes que saberlos y experimentarlos en tu fluctuar diario…?

…no, no es justo para ti, excepto si tu madre fuera siempre un mar de estabilidad y armonía, si tuviera un perenne arrullo de sensaciones agradables dentro de su ser.

El asunto es que también siento que no es muy justo para mí tampoco, ¿por qué de pronto tengo que preocuparme de lo que puedo producir en ti en cada momento con cada sensación o reacción…? Es parte de la vida mantener un nivel aceptable de apreciación de lo que ocurre en otros a partir de lo que uno hace, pero ¿así? ¿tan de cerca? ¿sin filtros…? ¿sin posibilidad de ocultarlas ni por un instante…?

Lo cierto es que quiero decirte algo, y es que, mientras esto ocurre, y sé que no podré ofrecerte ser el remanso de paz permanente para tu alma, sí quiero ofrecerte tener un mejor cuidado de mí, no entregarte ni por un momento la responsabilidad del cuidado de mi ser, pues, ¡ya soy grande! ¡yo ya puedo cuidar de mí! Dios lo hace también y me sostiene, y tu papá también me brinda su abrigo en los momentos que decaigo…, pero tú no tienes que hacerlo, desde hoy hasta siempre ¡eres libre para cuidar de ti! No tendrás que atender mis angustias, mis miedos, mis frustraciones! Sí, imagino que tal vez lo harás en algún momento, pero te prometo que cada que lo perciba te recordaré que no necesitas hacerlo, que en esto tu mamá podrá sola, y que más bien, estará lista para ayudarte a aprender poco a poco a hacer lo mismo con lo que tú vives.

Para esto, te prometo tratar de atender mis emociones continuamente, tratar de aprender cada vez más a aceptar mis ires y venires de sentimientos, reconocerlos, saborearlos, recibirlos y no escupirlos…, sí integrarlos, escuchar lo que me dicen, lo que me piden…, y así, ayudarte a que sepas a través de mí, que todos ellos son parte de la vida, que todos conjugan tu existencia y la mía y que puedes aprender a convivir con ellos sin que te dañen o dañen a otros mientras logres dar a cada uno el tiempo, espacio y límites suficientes. Entonces sabrás que puedes reír intensamente, que puedes tener quietud, o que puedes sufrir con fuerza sin derrumbarte para siempre…, sí, así sabrás sin palabras que puedes entregarte a la vida, sumergirte en ella y aún así sobrevivir…

Por eso bebé, continúa ahora durmiendo tranquilo o moviendo tus brazos a placer, saborea tu dedo, bebe un poco del líquido que te rodea, parpadea tus ojos, distráete con los ruidos de mi panza o simplemente sueña con figuras indescriptibles que jamás sabré ni tú recordarás… vive lo que te toca vivir hoy… ¡yo haré lo mismo! solo que yo, desde ya, con el eco perenne de tu latido recordándome la necesidad de regular el mío…,

aprendiendo así a ser mamá…

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