He leído unos cuantos artículos o post con “tips” al respecto de cómo cuidar de nuestra salud emocional y manejar la ansiedad, el miedo y la angustiae durante el período de confinamiento en el que nos encontramos. Parto por recuperar sugerencias valiosas como:
- Evitar la sobreinformación, procurando no más de uno o dos momentos al día para conocer lo que pasa en la sociedad en relación a la pandemia;
- evitar llenar nuestras conversaciones únicamente alrededor del tema del COVID-19;
- rehacer una rutina y hacer el esfuero por mantenerla, adaptándola continuamente a la situación cambiante;
- acudir a herramientas como la meditación, yoga, mindfulness, u otras que facilitan centrar nuestra atención en lo "positivo" y/o sostener la sensación de bienestar;
- hacer ejercicio, dormir tiempos suficientes y adquirir hábitos de alimentación saludable.
Otras propuestas profundizan un poco más y plantean mirar este tiempo de cuarentena como una oportunidad de crecimiento, de explorar los ámbitos de la vida que pudieron haber estado desatendidos durante la “normalidad” como el mejoramiento de las relaciones familiares, el reencontrarte con tu pareja, con tus hijos, el desarrollo de algún talento, lectura de libros, u otras acciones encaminadas a reorientar la vida hacia objetivos más valiosos o trascendentes.
Sin embargo, me he preguntado este tiempo, qué es lo que realmente determina “estar bien” emocionalmente en una época de tanta incertidumbre, pérdidas, dolor y cambios.
Bienestar emocional usualmente se lo entiende como la “experiencia subjetiva de sentirse bien, en armonía y con tranquilidad” (Universidad Carlos III de Madrid, s/f), yo me pregunto, ¿realmente está emocionalmente “mejor” una persona que consigue dormir 8 horas, que se desconecta emocionalmente de lo que ocurre de su puerta hacia afuera, que concentra su atención principalmente en sus necesidades y en el rehacer de su cotidianidad? ¿Necesariamente se podría catalogar como una mejor vida de la que podría estar llevando durante este tiempo una enfermera, un médico, un operario de una funeraria, un operario de limpieza en un hospital o de la morgue, un pastor/ sacerdote que recibe continuamente el clamor de personas a quienes les está faltando el alimento, un comerciante de productos básicos que no tiene más opción que arriesgar su vida y la de su familia para ofrecernos a todos lo básico para vivir? ¿Qué esperanza de estar “bien” puede tener una persona cuya profesión, oficio, o simplemente su vocación de servicio, no le permite ni de lejos cerrar los ojos frente al olor de sufrimiento y muerte que se respira en los hospitales, en las casas y hasta en las veredas?
Y la respuesta que me surge es contundente… el bienestar emocional de una persona, no lo determina solamente las horas de sueño, la rutina saludable, la cantidad de información a la que una persona se expone, o la profesión o actividad a la que se dedica. El bienestar emocional depende también, y principalmente, de cuán coherente siente la persona que es al respecto de sus valores esenciales de vida.
Si la persona experimenta profundamente que cumple con su definición existencial en estos momentos de la humanidad, con su “para qué” de estar aquí, es mucho más probable que su sensación de equilibrio interno se encuentre mejor con relación a otra quien considera que lo que hace no corresponde con lo que ha hallado como significativo en la vida, o no ha hecho una elección consciente acerca de cuál es su postura y accionar durante este tiempo.
Hay varios ejemplos de personas que claramente muestran haber escogido una forma diferente de considerar su "bienestar" en situaciones límite. Jesús, no solo que no se vio a sí mismo “víctima” de las circunstancias sino que “escogió” el camino de la cruz, para así cumplir la misión de su vida, rediminirnos, y dejar claro cuál es el camino hacia la vida. Evitar la cruz, habría sido para él, renunciar a sus creencias y valores esenciales (y es esto más bien, lo que le habría trastornado...).
Víctor Frankl, sobreviviente de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, en medio de circunstancias límite, deshumanizantes, fue capaz de encontrar un “para qué” a su vida que le permitió no solo resistir el dolor, sino desarrollarse en valores profundos como la compasión, la solidaridad, la contemplación de la belleza en lo sencillo, en lo imperceptible, en suma, el amor. Fruto de ello construyó después toda una escuela de hacer terapia (la logoterapia) cuya esencia radica en facilitar que la persona encuentre un sentido para su vida en cualquier circunstancia, y es esto lo que puede ayudarla a lidiar con el dolor, el vacío y proveerle de esperanza. Parafraseando alguno de sus planteamientos menciono que no importa lo que la vida te puede ofrecer, sino lo que tú puedes ofrecer a la vida. Y podría mencionar muchos otros ejemplos.
Considerando todo esto propongo añadir a las recomendaciones ya dichas por distintas personas, otro enfoque para construir nuestro “bienestar emocional” durante esta etapa difícil de la humanidad. Ahora que tal vez ese viaje para el que suelo ahorrar cada año y trae tanta ilusión, ya no será posible; ahora que esperar al viernes para ir a “la Foch” o a la disco, tampoco; que trabajar hasta tarde para estar lo menos posible en casa ya no hay cómo y debo día tras día encontrarme de cara con lo que he deseado estar distante; ahora que comprarme esa ropa que me fascina o comer en esa cafetería que me encanta ya no tiene tanto sentido; hoy que esperar con ansias el poder desahogarme al gritar los partidos de mi equipo favorito, o hallar esos minutos de paz cuando mis hijos al fin iban a la escuela, no están.
Entonces, ¿qué hace significativa mi vida, ahora? Contestar esta pregunta demanda que precisemos cuáles son los valores fundamentales de nuestra vida, de la manera más específica y clara posible.
Y, pues, pondré algunos ejemplos de lo que esto significa y cómo puede repercutir en tus elecciones diarias y sensación de "bienestar":
Si has definido, por ejemplo, que el amor por tu familia es un valor fundamental de tu vida, entonces es el momento de evaluar si tus acciones están siendo correspondientes con ese valor. Si eres padre o madre y durante la cuarentena estás trabajando en ti mismo para desarrollar la paciencia y empatía con tus hijos, procurando organizar de tal manera tu rutina de modo que sea capaz de acoger sus necesidades de escucha, de juego, de compañia, de guía para adaptarse a esta nueva forma de estar en el mundo, de hacer sus tareas escolares, entonces posiblemente experimentarás la sensación de que estás haciendo lo que es correcto y seguramente tu “bienestar emocional” está en buen camino.
Si has ecogido como valor para tu vida la generosidad, es posible que si durante este tiempo has debido pasar de ser profesional “exitoso” a convertirte en ama o amo de casa a tiempo completo, puedas mirar este cambio, más que como una pérdida, como el aporte que en este momento de la vida y de la historia corresponde ofrecer a tu familia y a la humanidad, y verlo así te permita tener una mayor sensación de tranquilidad.
Si eres hijo o hija joven, ya en edad de asumir más responsabilidades,y has escogido la empatía como un valor para tu vida, quizá reenfocar tus actividades para organizar una rutina en la que incluyes tiempos para incorporarte plenamente a las tareas del hogar, empatizando con tus padres que seguramente están agobiados por tanto trabajo de la casa y por buscar al mismo tiempo los medios para subsistir, entonces es eso lo que puede dar sentido a tu vida en esta etapa ya que más que la tristeza por no estar haciendo las cosas de tu edad, salir con amigos, hacer deporte, etc., estás haciendo lo correcto, lo que corresponde con tus valores en este moemnto de la historia.
Si, por ejemplo, tu valor es cuidar del prójimo, la solidaridad, entonces incorporar en tus decisiones acciones de compartir tus recursos, tus dones, o vincularte a una red que en este tiempo está localizando y haciendo acciones para atender a las personas más vulnerables, es lo que te proporcionaría la sensación de coherencia, y por lo tanto, además de ayudar a otros, ayudaría a tu equilibrio emocional.
Una de las cosas que más perturban en la vida es cuando nos traicionamos a nosotros mismos, hacemos lo que no deseamos, contradecimos lo que profesamos, la coherencia con los valores esenciales, es, sin duda alguna un factor de cuidado de la salud emocional de toda persona y protector de distintos tipos de trastornos.
En tiempos de crisis la sensación de “impotencia” suele marcar mucho nuestra experiencia interna, pero seguro hay algo que podemos hacer en nuestra propia vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad, y que no es necesariamente lo que nos recomiendan otros, sino lo que cada uno encuentra como valioso y significativo. Si ya lo has identificado,¡nómbralo, acógelo y agárralo con fuerza! Esto te permitirá dar otra mirada a las perdidas y sacrificios actuales.
Pregúntate ¿qué hizo significativa tu vida, en la “normalidad”...? ¿qué puede hacer significativa tu vida, ahora, en la pandemia?
La “paz” individual no se construye lejos de la “paz” social. Ten en cuenta este factor cuando construyas tus respuestas.