(Artículo publicado en la Revista Enlace de la Policía Nacional del Ecuador, abril 2017)
La depresión según Cancrini (2006) es “un duelo que no está expresado. Cuando un duelo no se
expresa con palabras en una relación interpersonal significativa, el duelo está
en la persona y se manifiesta con los
síntomas característicos del estado depresivo.”
Todo duelo implica que ha existido una pérdida, sea de tipo afectivo, material,
simbólico, cualquiera que sea la pérdida implica “un hecho de la vida (que) ha irrumpido y roto un equilibrio
anterior.” (Cancrini, 2006) Y, más allá de la pérdida misma, para que esta
pueda convertirse en depresión significa que no halló forma de procesarse en
palabras en compañía de una persona que entienda y acompañe el proceso de
expresión y recuperación.
A las
pérdidas significativas les acompañan intensos sentimiento de tristeza
necesarios para asimilarlas e irles hallando un sentido. Sin embargo, es muy
importante diferenciar entre la tristeza
natural y una depresión. La profunda tristeza cuando nos vemos despojados
de un soporte para nuestra vida del cual dependemos o estamos habituados, es absolutamente
pertinente y necesaria para avanzar
hacia la siguiente fase en la recuperación.
La depresión, en cambio, surge justamente como una consecuencia de la no
expresión del duelo, de su no elaboración. (Cancrini, 1999)
Muchas veces
la depresión es abordada únicamente desde un enfoque psiquiátrico, en el cual se la cataloga como una enfermedad
que implica la ingesta de medicación para ayudar al paciente a eliminar los
síntomas. Sin desconocer que existen casos en que este tipo de tratamiento se
hace indispensable, es importante tener en cuenta que hay muchos otros en los
que la depresión es principalmente un conjunto de síntomas o signos de la
dificultad principal, es decir, de situaciones en la vida del paciente y de sus
estrategias de afrontamiento, que necesitan ser revisadas para alcanzar una
mejor calidad de vida.
En estos
casos, se ha comprobado que el solo
tratamiento con psicofármacos tiene un fracaso de entre el 30% y 50%, además
de que estos tratamientos muchas veces no pueden aplicarse en casos de
embarazo, lactancia y algunos tipos de enfermedades. (Martínez, s/f)
Algunos de los síntomas
que evidencian un estado de depresión, son la actitud de rechazo hacia otros,
de aislamiento, la dificultad para expresar lo que siente, la pérdida de
apetito, deseo sexual, pérdida de interés en aspectos que antes lo motivaban,
ideas y, a veces, intentos de suicidio.
Sin embargo, la depresión, pese a ser un estado doloroso
y altamente complejo, puede convertirse también en la puerta que se necesitaba en la vida de una persona para decidirse a
indagar acerca de la calidad de los pilares que sostienen su vida y en donde se
encuentran las fisuras provocadas posiblemente por fuertes sismos acontecidos
en su trayectoria vital desde la niñez y que continúan temblando y fastidiando
en sus relaciones actuales. Es decir, puede convertirse en la oportunidad de trabajar con la fuente del
dolor y su afrontamiento.
Existen dos modalidades de trastornos depresivos, la
distimia y la depresión mayor. En esta ocasión nos concentraremos en la depresión mayor. Las personas más
proclives a este tipo de depresión son aquellas que cuando niños fueron parentalizados,
es decir, vivieron de forma constante exigencias de cumplir roles que
corresponden a los padres, como cuidar de sus hermanos, trabajar desde temprana
edad, vigilar a un padre alcohólico, entre otros ejemplos. Así también, sus
familias no daban permiso a la expresión
de emociones como la tristeza y la ira, ni la facilitaban, al mismo tiempo
que se inducía a sus miembros a denotar alegría y cordialidad hacia afuera,
añadiéndose un nuevo peso en la persona, la de ocultar sus sentimientos.
Entonces, son personas que fueron sometidas a altos niveles de exigencia y a relaciones centradas en
el cumplimiento del deber con bajos niveles de retribución. Frente a ellas, por
lo general asumieron un rol
complementario, es decir, de sometimiento y obediencia sin
cuestionamientos. Experimentan, entonces, un progresivo desequilibrio de su balanza afectiva ya que siempre han sentido que
dan más de lo que reciben. (Linares, 2014). Temen defraudar las expectativas de
los demás sobre sí mismos, al mismo tiempo que se sienten “defraudados” pues consideran
que no reciben de los demás el pago por aquello que dan.
Todos estos vacíos afectivos provenientes desde la infancia elevan sus expectativas acerca
de lo que desean encontrar en una pareja o en sus relaciones sociales más
significativas del presente, lo que conduce a un nuevo desencanto al no recibir lo añorado, y la persona comienza a
inundarse de desesperanza y rencor.
Frente a ello, la
depresión a veces se convierte en el único camino para recibir cuidado o
atención por parte de los miembros de una familia. Es decir, su estado
vulnerable los puede convertir en el centro de atención y la única forma que
encuentran para satisfacer superficialmente sus necesidades afectivas.
En casos extremos, el suicidio es la consecuencia más contundente de la depresión mayor,
con el cual, la persona deprimida pretende “hallar la solución para,
simultáneamente, castigarse a sí mismo por su insuficiencia y castigar a los
demás por su desconsideración.” (Linares, 2014)
¿Qué puede hacer una
persona son síntomas de depresión mayor?
Para superar este tipo de depresión, la persona necesita
primeramente reconocer su derecho de expresar sus emociones y sentimientos en
contextos seguros, rompiendo así con la
prohibición que le acompaña desde su niñez a “guardar las apariencias”. Un
acompañamiento terapéutico puede ser de gran ayuda para facilitar estos
procesos. Necesita identificar sus pérdidas significativas y completar el proceso de duelo que fue
interrumpido.
Además es necesario que trabaje para desarrollar su asertividad, es decir, su capacidad
para expresar lo que piensa y lo que siente, sin herir a las otras personas
pero sin minimizar sus derechos. Necesita reencontrarse
con sentimientos a los que está habituado a ignorarlos o reprimir, como la
ira, por ejemplo, y aprender a reconocer y sobre todo, validar las razones que
la provocan, y expresarla con palabras, es decir, legitimarla.
Otra paso importante es comenzar a inclinar la balanza
hacia sus gustos e intereses más que
al cumplimiento de sus deberes u obligaciones, es decir, dar importancia a
hacer lo que le gusta y disfruta en lugar de intentar con tanto esfuerzo
complacer a los demás a través de sus acciones, o a recibir su aprobación.
Podría emprender acciones como llevar un diario de los momentos de disfrute o
placenteros que experimenta cada día. Al mismo tiempo, poco a poco necesitará aprender
a reenfocar la motivación del
cumplimiento de sus obligaciones, como
un medio de realización personal, y de construir su legado hacia la humanidad, más que como un
medio de obtención de afecto o respaldo.
Una tarea a ir desarrollando por la persona que desea
superar este tipo de depresión es recuperar
o fortalecer sus relaciones interpersonales significativas, e invertir
tiempo y esfuerzo para este fin. Esto le ayudará a contar con más fuentes de
reconocimiento que no se restrinjan a su círculo familiar más inmediato.
Es importante que recuerde que superar la depresión no es
una tarea fácil, puede sentir en muchos momentos el deseo de “botar la toalla”
y retroceder. Es probable que experimente aquella sensación extraña como cuando
se escala una montaña de terreno arenoso, como el Cotopaxi, en la cual se dan
tres pasos y parece que se retrocede dos, pues, en ocasiones, pese a haber
avanzado de manera significativa, puede experimentar recaídas que lo desanimen
sobremanera. Debe recordar entonces que estas
recaídas son previsibles y mejor si tiene un plan sobre lo que hará cuando estas
acontezcan.
Por ello es importante que cuente con un apoyo terapéutico que pueda
sostenerlo en estos momentos y guiarle a mirar con atención los avances que ha
ido alcanzando, de modo que no pierdan su brillo a los ojos de las recaídas y
le ayude a retomar el camino hacia su superación. Por otra parte, se recomienda
que este trabajo terapéutico no sea solamente
de tipo individual sino de pareja o familia, puesto que hay que recordar
que muchos de los sentimientos que experimenta y la forma que aprendió a responder
ante ellos tienen su significado y origen en su familia, razón por la cual el
proceso de cambio es en conjunto.
En
conclusión, si usted ha notado que está atravesando por un episodio de
depresión quizá hay mucho más que usted
puede hacer antes que solamente enriquecer a las grandes farmacéuticas a
través de la ingesta de antidepresivos y
que abordarla adecuadamente puede ayudarle a encontrar una vida de mayores
realizaciones y alegrías.
Recuerde que
la clave para prevenir y enfrentar la depresión es hallar las maneras de expresar oportunamente su tristeza, sea
cual fuere su raíz, en el contexto de relaciones
interpersonales de confianza y seguridad. Por ello, si acude a un
terapeuta, es probable que la principal estrategia de intervención para apoyarlo
sea la escucha activa y empática, a través de la cual deshilen juntos los hilos
que tejieron su tristeza no expresada y alcanzar un nuevo equilibrio en el cual
se haya extraído los aprendizajes de vida que surgen de mirar las experiencias
de dolor con lentes de esperanza.
Bibliografía
-
Linares,
J. y Campo C. Trastornos depresivos y Trastornos Neuróticos. Escuela de Terapia
Familiar del Hospital de Sant Pau. Barcelona. 2014.
-
Martínez,
E. Trastornos depresivos. EVNTF.
-
Cancrini,
L. La Depresión en Psicoterapia. Redes, 8: 31-46. Barcelona. Diciembre 2006.
Verónica De la Torre,
Máster en
Intervención y Asesoría Familiar Sistémica
0996601347,
verodelatorreg@yahoo.es