La mariposa que perdió su voz…
Había
una vez una hermosa mariposa que vivía en un jardín en el que revoloteaba feliz, mostrando con alegría sus colores y brillos. Algunas de sus compañeras los
notaban y la alababan, otras pasaban indiferentes, pero a ella no le importaba
demasiado porque sentía que era suficiente saber quién era, de qué era capaz, mirar su belleza y gozar de algunos
elogios que le llegaban de vez en cuando.
Un
día, el mariposo que a ella le importaba y valoraba más, comenzó a decirle repetidas veces que sus
patas eran muy largas, y que sus antenas le parecían muy cortas. Parecía ya no
fijarse en los magníficos colores de sus alas ni en la elegante prosa que tenía al
revolotear. “Tienes las patas muy largas y las antenas muy cortas”, le repetía,
y cada vez de forma más insistente.
Escuchó
tantas veces esta frase que ya no alcanzaba a escuchar ni los elogios que
surgían de otras flores, o del mismo mariposo, ni la gratitud que algunas le
gritaban a lo lejos por las gestos de bondad que había tenido hace tiempo. A
sus oídos solamente llegaba la frase “Tienes las patas muy largas y las antenas
muy cortas”. Empezó a esforzarse de todas las maneras posibles para evitar
escucharla ya que hasta le provocaba dolores de cabeza. A veces se tapaba los
oídos, o pretendía no haber escuchado, pero la voz no cesaba, o quizá era su eco... pero no lo sabía.
Se sentía tan impotente que decidió cubrir sus preciosas alas con frialdad, sus esbeltas patas con indiferencia, y a su boca la cubrió de desprecio. Quería de esta manera silenciar al mariposo, pero no, más bien este gritaba con más fuerza: “tienes las patas muy
largas y las antenas muy cortas”.
Su
malestar creció tanto que decidió defenderse jugando con igual estrategia, se
fijó en los defectos del mariposo y
comenzó a repetírselos una y otra vez “tus alas están chuecas y tu abdomen
vacío”. Esto lo hirió profundamente, pero al mismo tiempo lo enardeció. De modo que siguió
repitiéndole con más y más ahínco “tus
patas son muy largas y tus antenas son muy cortas.” Y añadió: “quiero alejarme de
ti”.
La
mariposa entristeció, decayó. Ya no escuchaba nada más que esta voz. En su
mundo solo habitaba la voz que la hacía verse a sí misma como alguien insignificante, todos los demás sonidos le resultaba inaudibles... Como no encontraba su voz, ya no
sabía que pensaba ella de sí misma, qué quería, ni cómo cambiar las cosas. Ya no sabía como encontrar la flor de la cual absorbía el néctar que le daba vida, aquella que en el pasado le había mantenido con vida, aún en situaciones muy difíciles, no sabía dónde estaba ni a donde iba. Se perdió...
Preguntas:
1.
¿Qué consiguió la mariposa a través de la frialdad, la indiferencia, el desprecio y devolver al mariposo con la misma
moneda?
2.
¿Qué necesita la mariposa para volver a escuchar su propia voz?
4. Si acaso encontrara su voz, ¿qué le diría de lo que está en sus manos hacer para recuperar su alegría?